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Astrolabio andalusí |
En la mayoría de las ocasiones lo que los árabes hicieron fue adaptar, perfeccionar y transmitir logros culturales de otros pueblos orientales, principalmente el chino, aunque no por ello deja de tener su indudable mérito. Además, muchos inventos fueron notablemente mejorados y, gracias a ellos, Occidente tuvo acceso al beneficio de su uso en aquella época.
Un primer ejemplo es la fabricación del papel, elemento previo a la generalización de la imprenta. El pueblo chino fue su descubridor y, en el primer siglo de nuestra era, mientras los demás todavía escribían sobre gruesos pergaminos, ellos ya habían aprendido a obtener de las fibras de la morera o el bambú una pasta que se extendía y alisaba sobre armazones de caña, formando hojas flexibles y lisas. Los árabes hicieron de transmisores: aprendieron la técnica china, la perfeccionaron utilizando trapos de lino en vez de fibra vegetal, y en el siglo XI establecían sus primeras fábricas de papel en España.
Otro campo que interesó a los estudiosos de al-Andalus fue el estudio de la Geografía. Avances en Astronomía y Matemáticas hicieron factible el trazado de esta información en mapas, y pronto la cartografía se había convertido en una importante disciplina por derecho propio.
Al-Zarqali (conocido en el Oeste latino como Arzachel), destacado matemático y astrónomo que emergió en Córdoba en el siglo XI, brilló en la construcción de instrumentos de precisión para uso astronómico. Construyó un reloj de agua capaz de marcar las horas del día y la noche así como los días del mes lunar. También ‘Abbas ibn Firnas, que llegó a Córdoba para enseñar música (aunque no se limitó sólo a estudiar esa rama del saber), pensó en la construcción de un planetario en el cual los planetas giraran. Igualmente simulaba fenómenos celestiales como tormentas y rayos con gran éxito.
El mismo ‘Abbas se interesó en la “mecánica de vuelo”, construyendo un par de alas hechas con plumas en un armazón de madera, con las que intentó volar, anticipándose a Leonardo Da Vinci en unos 600 años. Afortunadamente sobrevivió y pudo, después, volver a los problemas matemáticos, desarrollando al final una fórmula para fabricar cristales artificiales.
El progreso más importante de la tecnología e ingeniería árabe medieval estuvo en relación con la agricultura y el agua (recogida, transporte y almacenaje), probablemente debido al rigor y aridez de sus zonas de procedencia. Introdujeron muchas plantas nuevas y realizaron avances agrícolas notables, como los fertilizantes y los injertos, generalizándose el abono de los campos en los siglos XII-XIII con el fin de dotar de mayor fertilidad a la tierra. Sus ingenieros idearon sistemas y equipamientos para el riego, construyendo acequias y canales de agua subterráneos, con accesos desde la misma calle para poderlos limpiar y reparar. Un nuevo modelo de molino de viento aparece también en escena, con aspas que giraban en un plano horizontal alrededor de un eje vertical. El arado de vertedera (más pesado) ayudó también a muchos granjeros, pues permitía voltear la tierra al mismo tiempo que se araba. Se le añade también la reja para liberar el suelo de rastrojos y una cuchilla metálica vertical para asestar un corte más hondo en el terreno. Todo este equipo de labranza se movía ya sobre ruedas y, en un principio, se manejaba mediante tracción con bueyes: los caballos no podían utilizarse para este tipo de labores, puesto que se desconocían razas equinas capaces de soportar un trabajo tan duro. Tampoco su anatomía permitía la unión por parejas, ya que el yugo les presionaba partes vitales del cuello. Este problema se solución a partir del siglo VIII, cuando aparecieron los arneses formados por un collar de estructura rígida y relleno de paja -la collera- que reposaba sobre los hombros del caballo, a los que se sujetaba con unos tirantes para mejorar la tracción. Con estos arreos se consiguió que un tiro de caballos pudiera arrastrar una carga cuatro veces superior a la que ofrecían los animales con yugo. En el siglo IX se perfeccionó el bocado con brida e irrumpió la herradura con clavos. La hoz para la siega se sustituyó por la guadaña, mucho más cómoda de usar.
La noria es una de sus principales legados en este aspecto, extendiéndose en poco tiempo por toda la península. Técnicamente es una máquina utilizada para la elevación de agua, compuesta de una rueda con pivotes, normalmente accionada por tracción animal que engrana con otra rueda vertical, la cual lleva adosada una cadena o cuerda sin fin con cangilones (u otro tipo de recipientes). Originariamente se construía por completo de madera. Constaba de dos pilares de mampostería o madera, los mazos, que a veces solían formar cuerpo con el brocal. Sobre ellos, una viga denominada polalna, con un orificio por donde se introducía el eje de la rueda vertical; a su vez, la rueda horizontal era dentada, con unas barras radiales sobresaliendo de la misma. En el extremo superior del eje vertical se colocaba una larga barra, donde se uncían las caballerías.
Introdujeron también la técnica de la "forjadura en paquete", soldando capas alternadas de acero duro y dulce, obteniendo un material muy elástico y muy resistente, que hizo famosas las hojas de espada de Damasco y de Toledo.
Los viajes fueron el principal medio de intercambio cultural, ya que dentro del amplio territorio controlado por el Islam se exportaban ideas y conocimientos. Se tiene noticias de obras traídas desde Iraq hasta la Península Ibérica en el siglo XII, así como de manuscritos que desde al-Andalus viajan a Egipto, de ahí a Siria y, posiblemente, llegan a la India. La cultura andalusí se extiende también a Bizancio. Los grandes descubrimientos de los científicos chinos -el papel, la imprenta y la pólvora- se conocen en Europa gracias al Islam. Algunos de estos viajes de estudio se realizan por vía marítima.
Los marinos musulmanes aprendieron de los chinos el arte de navegar con la aguja de marear (una versión náutica de la brújula), para sus grandes viajes, y lo dieron a conocer a los europeos. Los navegantes islámicos también introducen en Europa el timón de codaste (un sistema de dirección del barco por medio de un timón adosado a la roda de popa), un instrumento imprescindible para la navegación. Hasta ese momento los barcos eran gobernados por uno o dos remos colocados verticalmente en el costado, hacia popa, y las maniobras con dicho sistema eran poco fiables, sobre todo con mal tiempo, exigiendo además varias personas para hacer los virajes.
Paralelo al aporte de la brújula, el astrolabio y el timón de codaste, los nautas musulmanes difundieron la «vela latina» (la denominación es equívoca, ya que hace suponer que su origen es latino, cuando en realidad fue un invento de los musulmanes), también conocida como de cuchillo o triangular, más fácilmente orientable, que permitía navegar con viento de costado, mientras las velas más usuales de la época (trapezoidales) exigían, para poder navegar, el viento de popa, circunstancia ésta que hacía más lentas las singladuras y, por tanto, encarecían los fletes.
Otro aspecto destacable de la tradición náutica musulmana es la de la navegación astronómica. Según el cronista portugués João de Barros (1496-1570), el célebre navegante musulmán Ibn Maÿid le mostró a Vasco de Gama un instrumento que era desconocido en Occidente. Se trataba del kamâl, constituído por un pequeño cuadrado de madera o de cuerno, de cuyo centro salía un hilo graduado con un nudo que correspondía (en cada uno dos kamâl) a un determinado ángulo. Su práctica era simple: una vez que el observador había escogido el kamâl adecuado, tomaba entre los dientes el hilo a la altura del nudo y con el hilo tenso hacía coincidir la estrella que había elegido con la arista superior del referido cuadrado de madera, mientras que la arista inferior rozaba el horizonte. Parece ser que había un kamâl para cada altura utilizada. Más adelante, el kamâl evolucionó y llegó a disponer de un hilo graduado con varios nudos, lo que permitía observar las estrellas en varias alturas con el mismo instrumento.
Uno de sus principales perfeccionamientos fue el astrolabio o azafea, heredero del cuadrante babilonio, un instrumento usado durante mucho tiempo para observar la posición de los cuerpos celestiales y guiar a los navegantes. Se trataba de un objeto complejo que resolvía numerosos problemas astronómicos y trigonométricos y que consistía en un hemisferio hueco, en el que giraba una esfera-mapa de las principales estrellas o constelaciones.
Como muestra y dato anecdótico de la importancia que tuvo el Islam en la navegación puede indicarse la existencia de muchas palabras provenientes del árabe y que se integraron definitivamente en los distintos idiomas europeos: almirante, aduana, tarifa, fragata, amarra, zozobrar, falúa, calafate, azimut, rambla, chalupa, canal... Por ejemplo, las palabras arsenal, atarazana y dársena provienen del nombre árabe dar al-sinaa, «casa de fabricación». Otros casos de vocablos árabes que forman parte hoy en día del argot científico son: álgebra, algoritmo, química, alquimia, zircón, atlas, almanaque, alcohol, elixir, aorta, páncreas, colon, córnea, diafragma, etc.
Por último, y no menos sorprendente, cabe indicar que en Al-Andalus se conocían técnicas para la fabricación de autómatas. Los jóvenes andalusíes de familias adineradas tenían en sus habitaciones todo un decorado autómata de muñecos que bailaban y cantaban. Había también gallinas que solas picoteaban el suelo, carritos que andaban solos, etc.